La vida es una serie de desencuentros ocasionales, puntuados de encuentros ocasionales. Cuando alguien elige ser arquitecto o abogado, en teoría matas al ingeniero, al médico o al atleta profesional que llevamos dentro.
Cuando tienes la posibilidad de elegir vivir en determinado país o ciudad extingues la posibilidad de vivir en otras localidades. Cuando decidimos casarnos, o vivir con alguien cerramos nuestros corazones al resto del mundo. Tenemos una vida limitada, y muchas veces tomamos el factor de la presión social y tomamos muchas veces caminos predeterminados.
Escuela, facultad, matrimonio, paternidad, profesión, planes de carrera y hasta jubilación. Todo eso viene en paquete. Admiro a los que se detienen a apreciar el camino, tomar pautas, y a veces arriesgar vivir de otra forma que la que nos propone la norma, pocas veces valoramos lo difícil que es navegar contra la potente corriente diseñada por nuestra sociedad.
No es difícil conseguirlo, lo difícil es tomar la decisión, a veces es cuestión de paciencia y a veces de tomar un poco más de valor.
Varias decisiones y hechos en mi vida me trajeron hasta acá. Lo que hice estos meses, solo; trabajando y aprendiendo no merece diplomas, reconocimientos, no tiene nada de heroico. Fue un viaje, de bajo impacto ambiental pero de alta transformación personal, por lo que pienso que por eso mismo fue transformador, un viaje hacia mi interior.
Casi seis meses en la Argentina procure observar patrones, vicios, posicionamiento e ideas de las personas. Ocasionalmente cuando me preguntan qué fue lo que más me gusto, respondo; las personas. Las personas son guías, testimonios y modelos que te ofrecen nuevos ojos para vivir y recorrer la vida.
Todo el tiempo que duró el viaje, mi mayor lucha no fue contra los libros, los conceptos, los pacientes o extrañando todas las facilidades que deje en mi casa. La lucha era conmigo mismo; no se trataba de vencer límites, ni obstáculos personales, no era tan sencillo.
Más este viaje me mostró cómo es posible cambiar tu contexto y mantener el mismo objetivo, aunque el ambiente y situaciones eran totalmente distintos.
El pueblo argentino es un pueblo fuerte, de constante autocrítica, con una esencia de enfado, en ocasiones con menos recursos a los que estaba acostumbrado, más con un avanzado conocimiento por los placeres de le vida, gastronomía, arte, literatura y deporte.
Buenos Aires recibe constantemente a personas de toda latinoamerica, y ofrece una gran oportunidad de vida con grandes retos ya que los porteños son ciudadanos exigentes y con grandes conocimientos, fueron mis compañeros de trabajo, amigos y mis pacientes los que me regalaron gran parte del aprendizaje.
El por qué vine era mi pregunta retórica. Yo imagine que era más difícil, cuestiones como la situación económica y social, pero mis ganas de aprender y mostrarme que podia realizar mi pasión en otro lugar que me ofrecía esta oportunidad. Por eso me cuestionaba, por qué había llegado a este punto, cuestionamientos puntuales. En lo profundo sabía que era un camino más difícil, teóricamente no aceptable pero que se convertiría en un punto de inflexión en mi vida.
Lo nuevo asusta hasta que se hace familiar, así que el miedo es circunstancial y por lo tanto relativo.
Vivir demanda una dosis constante de apreciación y prisa. Apreciación por el momento por la inmensa intensidad de estar vivo. Prisa porque nuestro tiempo es limitado y debemos aprovecharlo de la forma más armoniosa posible.
Adore caminar, subirme al 'subte' (metro), los compare con mi bicicleta, la que siempre me dio un sentido de libertad, me anticipaba y daba paciencia al mismo tiempo. La bicicleta tiene esa magia de aproximar a la gente y hacerla apreciar el camino y su esfuerzo por avanzar. El subte y las constantes caminatas me regalaron lo mismo.
Tuve la oportunidad de participar en un simposio de kinesiología en Rosario con grandes amigos, el cual fue una de las experiencias más gratificantes. Compartir conocimientos con grandes profesionales en constantes cursos de formación, realizar fisioterapia de una manera totalmente distinta y darle resultados positivos a muchos pacientes, vivir con un grupo variados de hermanos latinoamericanos, jugar rugby en una gran hermandad y ganar el campeonato empresarial (sin jugar ningún juego), conocer la Patagonia con mi esposa al final de mi estadía son de las tantas cosas que me regalo la Argentina.
En estos meses aprendí bastante, y creo que era por solo cambiar mi escenario. Disfrutar de la belleza de la ciudad, solo. Extrañando a mi familia, esposa, trabajo, pero siempre valió la pena. Pues me encontraba más con lo que yo era. Igual, si tienes mucha suerte, la vida siempre te va a regalar otra familia, otro hogar y otras razones para ser feliz. Y agradezco que lo encontré acá.
Luche por no transformar destinos en objetivos, para no sentir la distancia de los kilómetros recorridos. Cuando más impalpables las metas, más sorprendentes los resultados. La satisfacción siempre fue acumulativa. Solo cuando dejamos de buscar la felicidad, es que ella puede aparecer naturalmente.
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